Posted by : Viridiana Belikov ♠ martes, 11 de diciembre de 2012


La calle se hayaba en total silencio, no podía ser nada bueno. Camine sin tomarle la mayor importancia, sólo eran supersticiones. Me detuve en la esquina, y espere a que pasara un taxi. Comencé a juguetear con mis pies mientras estaba en la espera. Tome aire fuertemente y exale por la boca. Miraba a ambos lados de la calle, todo desolado. Una persona llegó del otro lado. También se detuvo. Si espe
raba también transporte, ya tenía adversario para ganar un taxi. Iluso sí creía que iba a dejarlo. No sé cuanto tiempo paso antes de que llegará el taxi (oh sí, se lo gane) pero ya estando dentro y después de dar mis indicaciones, sonó mi celular. Era ella, de nuevo. Que insistente, no es que se convirtiera en una molestia, pero en verdad, creo que una persona sabe cuando debe parar. ¿Por qué ella no? El taxista me habla.
-¡Joven! Ijole tendrá que disculparme, mi taxi se quedó sin gasolina. Mire, aquí a la vuelta hay una gasolinera, ¿me ayuda a llevarlo? -Dijo el taxista con acento de ser de barrio bajo. No le respondí pero no me quedaba de otra más que ayudarlo. Y al llegar, mi teléfono volvía a sonar. Lo puse en espera y lo guarde. Mejor le pague al taxista y decidí caminar, ya no faltaba tanto para llegar a la casa de Caro. - "Sólo una cuadra más". -Pensaba para mis adentros, mientras cruzaba aquella extensa avenida. Un dolor agudo empezó a penetrarme las entrañas, la sangre impedía que pudiera ver por completo, casi no podía respirar, una de mis piernas estaba fuera de su órbita, y finalmente, no faltaban los mirones. Con lo poco que lograba ver, un automóvil blanco se encontraba estrellado contra un poste de luz, el cuál había quedado inclinado. Dentro del automóvil se hayaba un hombre, cuyo rostro me era familiar: era el hermano de Sofía, mi novia, y su acompañante, era el hombre que vi al otro lado de la calle. Caro se abrió paso entre la multitud, su rostro pálido y horrorizado era más que obvio. Empecé a perder el conocimiento. Acto seguido, un disparo. Caro cayó de rodillas, y el hermano de Sofía, se dio un tiro dentro de su boca con la misma arma. Su acompañante, sólo miro, inerte, en silencio.

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¿En qué creo? En todo lo que vive y respira. ¿En qué creo? En lo que puedo ver. ¿En qué creo? En mí. - Frederica Bernkastel

Incidente


La calle se hayaba en total silencio, no podía ser nada bueno. Camine sin tomarle la mayor importancia, sólo eran supersticiones. Me detuve en la esquina, y espere a que pasara un taxi. Comencé a juguetear con mis pies mientras estaba en la espera. Tome aire fuertemente y exale por la boca. Miraba a ambos lados de la calle, todo desolado. Una persona llegó del otro lado. También se detuvo. Si espe
raba también transporte, ya tenía adversario para ganar un taxi. Iluso sí creía que iba a dejarlo. No sé cuanto tiempo paso antes de que llegará el taxi (oh sí, se lo gane) pero ya estando dentro y después de dar mis indicaciones, sonó mi celular. Era ella, de nuevo. Que insistente, no es que se convirtiera en una molestia, pero en verdad, creo que una persona sabe cuando debe parar. ¿Por qué ella no? El taxista me habla.
-¡Joven! Ijole tendrá que disculparme, mi taxi se quedó sin gasolina. Mire, aquí a la vuelta hay una gasolinera, ¿me ayuda a llevarlo? -Dijo el taxista con acento de ser de barrio bajo. No le respondí pero no me quedaba de otra más que ayudarlo. Y al llegar, mi teléfono volvía a sonar. Lo puse en espera y lo guarde. Mejor le pague al taxista y decidí caminar, ya no faltaba tanto para llegar a la casa de Caro. - "Sólo una cuadra más". -Pensaba para mis adentros, mientras cruzaba aquella extensa avenida. Un dolor agudo empezó a penetrarme las entrañas, la sangre impedía que pudiera ver por completo, casi no podía respirar, una de mis piernas estaba fuera de su órbita, y finalmente, no faltaban los mirones. Con lo poco que lograba ver, un automóvil blanco se encontraba estrellado contra un poste de luz, el cuál había quedado inclinado. Dentro del automóvil se hayaba un hombre, cuyo rostro me era familiar: era el hermano de Sofía, mi novia, y su acompañante, era el hombre que vi al otro lado de la calle. Caro se abrió paso entre la multitud, su rostro pálido y horrorizado era más que obvio. Empecé a perder el conocimiento. Acto seguido, un disparo. Caro cayó de rodillas, y el hermano de Sofía, se dio un tiro dentro de su boca con la misma arma. Su acompañante, sólo miro, inerte, en silencio.

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